- ¿Y quién está a la cabeza del milagro? ¡Sangre élfica! ¡Sangre mirdain!
El regio elfo que hablaba ante las restantes cuarenta y ocho cabezas del consejo de Caledor se expresaba con una feroz dialéctica, con aplastante seguridad. Hubo asentimientos y cruces de miradas ante el apasionado discurso descargado en cuidadosas frases, cortantes e inapelables.
- Calma, mi buen Glórdain. Todo el mundo está de acuerdo en que Sir Gilead y micer Tassardur han hecho un gran trabajo a la cabeza de la recuperación que tan añejo reino, pero hemos de recordar que las guerras de los humanos no son asuntos nuestros.
- ¡Ésa es la decadencia del consejo! ¡Mientras alrededor el mundo se desmorona, nosotros mantenemos la cabeza agachada, compacientes en nuestra propia jaula dorada! ¡El Emperador de Ligenia eleva su voz como árbitro supremo de todas las Tierras del Oeste! ¡El Imperio Nassar crece y crece, aumentando su poder! ¡Nueva Lacedemonia se prepara para la guerra! ¡Los Haiga avanzan por la ruta de jade!
Más de una noble cabeza asintió. Así que toda la charla en defensa de la labor de los Tassardur era una excusa para llevar al campo de batalla los intereses políticos del propio Glordáin. Achacar al Consejo los males de los elfos. Todo mentiras, secretos, engaños y manipulaciones, cuchilladas en la arena política.
- Glordáin, callad - la voz del señor Ithilnarion, el miembro más antiguo del consejo, rompió el ambiente creado como una maza el más delicado cristal- El Consejo reconocerá la labor de Sir Gilead y micer Elessar, pero no convirtáis esta reunión en un púlpito para vuestras ideas. ¿Estamos todos de acuerdo?
Cuarenta y siete cabezas asintieron. Una guardó silencio y quietud, y Glordáin negó enérgicamente. La decisión estaba tomada, democráticamente, entre un estruendoso aplauso.
miércoles, 4 de julio de 2007
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